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Manuel Kant

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Introducción

Manuel Kant en su edad adulta
Manuel Kant en su edad adulta

Manuel Kant (1724 – 1804), nació en Könisberg en Prusia oriental. Fue educado en el pietismo religioso, tanto por parte de su madre como en el Collegium Fridericiarum de su ciudad natal.

Su formación universitaria tuvo influencia de la filosofía de Leibniz, y de la ciencia físico – matemática de Newton; todo ello en la nueva mentalidad de la Ilustración, que desemboca en la Revolución Francesa.

Es un pensador de encrucijada; en él convergen las dos corrientes de la Edad Moderna, Racionalismo y Empirismo. Kant intenta superar las discrepancias entre ambas, estudiando las condiciones previas al planteamiento de los problemas del conocimiento y de la realidad. Mediante este análisis fundamenta el conocimiento científico, señalando sus límites e ilusiones.

También dio un valor universal a la ley moral, haciendo del deber un concepto básico de la ética, por encima de la búsqueda de la felicidad o del placer individual o social. Su ética contempla a la persona como el fin único, en su famosa frase: “Trata a la persona humana siempre como fin y nunca como un medio”.

La filosofía alcanza con Kant el máximo rigor y profundidad. Todas las corrientes contemporáneas están fuertemente influidas por su criticismo. Podemos afirmar que hay un antes y un después de Kant.

La evolución de su pensamiento atravesó cuatro periodos:

  1. Periodo precrítico, que llega aproximadamente hasta 1765, en el que Kant explica la filosofía racionalista de Leibniz según la sistematización que de ella había hecho uno de sus mejores discípulos, Christian Wolf. A esta época pertenecen algunas obras de ciencia y metafísica: Pensamientos sobre la verdadera medida de la fuerza viva, donde estudia la polémica entre el concepto cartesiano de cantidad de movimiento y la energía cinética desarrollada por Leibniz; Historia general de la naturaleza y teoría del cielo, y por último, La única base para una demostración de la existencia de Dios, obra de corte leibniziano que entiende a Dios como razón suficiente del mundo.
  2. Periodo de escepticismo, hasta 1769. Viene marcado por la lectura de las obras de Hume, que le hacen apartarse del dogmatismo racionalista. De esta época son sus Sueños de un visionario, explicados mediante los sueños de la Metafísica.
  3. Periodo crítico, que se inicia con su Dissertatio en el año 1770, con la que consiguió entrar como profesor ordinario en la Universidad, el título fue Sobre la forma y los principios del mundo sensible e inteligible.
    A este periodo pertenecen sus obras más importantes:
  • Sobre el conocimiento: Crítica de la razón pura, Prolegómenos a toda metafísica futura.
  • Ética: Crítica de la razón práctica, Fundamentación de la metafísica de las costumbres.
  • Estética: Crítica del juicio, Lo bello y lo sublime.
  • Filosofía del derecho: Metafísica de las costumbres (Fundamentos de la doctrina metafísica del derecho y de la doctrina de la virtud).
  • Filosofía de la historia: Idea de una historia universal desde un punto de vista cosmopolita, La paz perpetua.
  • Antropología: Antropología.
  • Sobre el concepto de filosofía: Sobre el saber filosófico.
  1. Último periodo, a partir de 1800 dejó algunos escritos que fueron publicados por sus discípulos después de su muerte con el título de Opus postumum.

Esta gran cantidad de obras nos da una idea de la diversidad de temas tratados por Kant, que se reducen a la respuesta a las cuatro preguntas fundamentales de la vida:

  1. ¿Qué puedo saber? La naturaleza, origen y límites del conocimiento humano: Crítica de la razón pura y Los Prolegómenos.
  2. ¿Qué debo hacer? La conducta y ley moral: Crítica de la razón práctica y Fundamentación de la metafísica de las costumbres.
  3. ¿Qué puedo esperar? La contestación es el tema de La religión en los límites de la razón y en la Crítica del juicio.
  4. ¿Qué es el hombre? En esta pregunta se resumen las anteriores y se contesta en La Antropología y en la Idea de una historia universal.

Kant entiende que el problema del conocimiento es previo a todos los demás; en el mismo sentido que Descartes había sometido a crítica y había dudado de todos los conocimientos anteriores. Esta crítica del conocimiento es mucho más profunda en Kant, ya que la crítica o juicio previo va dirigida a la propia razón humana. Se trata de verificar si la razón es capaz de llegar a conocer alguna cosa con certeza, si tiene las condiciones de posibilidad de la ciencia misma.

Crítica de la razón pura

¿Es la razón capaz de llegar a conocer alguna cosa con certeza?. Este es el significado del título de una de las obras más revolucionarias del pensamiento occidental.

En esta obra pretende Kant ver las condiciones de posibilidad y los límites del conocimiento de la naturaleza, del universo y de la filosofía primera o metafísica; por esto el juicio, el tribunal, la crítica se refiere a la razón pura, que significa antes de cualquier conocimiento, es decir, a priori y, por tanto trascendental; esta cualidad de trascendental tiene dos significados complementarios: relativo a la especie humana y posibilitante del conocimiento; así que Kant estudia a la razón humana pura, desnuda y trascendental, la razón de toda la especie humana; en este sentido afirma en el Prefacio de la Primera edición de la Critica de la razón pura:

“No entiendo por esto una crítica de libros y de sistemas, sino la de la propia facultad de la razón en general, considerada en todos los conocimientos que puede alcanzar”.

Se trata de mostrar la validez y universalidad del conocimiento científico y filosófico. Kant pretende fundamentar toda ciencia futura tomando como ejemplo, una teoría tan completa e importante como la física de Newton. Quiere superar el dogmatismo de la metafísica racionalista - es decir, su ilusoria confianza en la razón y en las ideas innatas - y el escepticismo de la corriente empirista.

Para que el conocimiento científico sea posible y no ilusorio, es necesaria una síntesis o unión de algo que nos viene dado, la materia, y de algo que ponemos nosotros en cuanto que somos sujetos de conocimiento, la forma. Lo que nos viene dado es la experiencia, la sensación o intuición sensible; lo que nosotros ponemos es nuestra estructura a priori. Las sensaciones sin una estructura son ciegas, desordenadas, sin sentido: luces, colores, sonidos, olores etc.; las formas de nuestra mente sin las sensaciones son vacías, conceptos ilusorios, puras imaginaciones. En el primer capítulo de la Introducción a la Crítica de la razón pura afirma:

“No se puede dudar que todos nuestros conocimientos comienzan con la experiencia, porque, en efecto, ¿cómo habría de ejercitarse la facultad de conocer, si no fuera por los objetos que, excitando nuestros sentidos producen representaciones e impulsan a nuestra inteligencia a compararlas entre sí uniéndolas o separándolas, y de esta suerte componer la materia informe de las impresiones sensibles para formar ese conocimiento de las cosas que llamamos experiencia? En el tiempo ninguno de nuestros conocimientos precede a la experiencia, y todos comienzan con ella. Pero si es verdad que todos nuestros conocimientos comienzan con la experiencia, todos, sin embargo, no proceden de ella, pues bien podría suceder que nuestro conocimiento empírico fuera una composición de lo que recibimos por las impresiones y de lo que aplicamos por nuestra propia facultad de conocer”.


Esta afirmación de que el conocimiento es una síntesis a priori inicia una nueva visión del conocimiento teórico que se llama idealismo trascendental o filosofía crítica.

En otras palabras, Kant intenta ver cuales son los juicios realmente válidos para la ciencia. Ya Santo Tomás de Aquino, la filosofía racionalista de Leibniz, y el empirismo de Locke y Hume, habían hablado de dos tipos de juicios, analíticos y sintéticos. Kant añade un tercer tipo, los juicios sintéticos a priori.

Los juicios analíticos son aquellos en los que el predicado está incluido en la noción de sujeto, como por ejemplo: “Cuadrilátero es un polígono de cuatro lados”. Estos juicios son evidentes, verdaderos y necesarios, son puras identidades o tautologías, su conocimiento es a priori, no necesitamos los sentidos para comprender su verdad. Los juicios sintéticos son aquellos en los que el predicado añade una o varias cualidades a la noción del sujeto, como por ejemplo: “El hierro se dilata con el calor”, “La mesa es verde”. Estos juicios no son evidentes, necesitan el recurso a la experiencia, a la observación o a la experimentación para comprender su verdad, son a posteriori, y hacen progresar el conocimiento.

La ciencia necesita según Kant una mezcla de ambos, es decir la ciencia sólo será un saber universal y necesario si está construida por juicios sintéticos a priori, que amplíen el conocimiento y estén revestidos de universalidad y necesidad.

Todas las ciencias teóricas de la razón deben estar constituidas por juicios sintéticos a priori. En las matemáticas los juicios son a priori pero no analíticos; por ejemplo - prosigue - la suma de siete más cinco igual a doce (7 + 5 = 12). En el doce está la unión o síntesis, pero esta unión no necesita la experiencia, es a priori. Igual sucede en geometría cuando afirmamos que la línea recta entre dos puntos es la más corta; el concepto de más corta es completamente añadido al de línea. En la física sucede lo mismo; cuando afirmamos que en todos los cambios de los cuerpos, la cantidad de materia que permanece es la misma, o en toda comunicación de movimiento la acción y reacción deben ser siempre iguales. Ambas afirmaciones son necesarias, a priori, y a la vez sintéticas, porque en el concepto de materia no está su persistencia sino su extensión. También debería haber conocimiento sintético a priori en la Metafísica, ya que no pretende sólo pensar las sustancias en la mente, sino conocerlas realmente. La tarea realmente importante de la teoría del conocimiento es mostrar la elaboración de estos juicios en nuestra mente.

Una vez dicho esto, Kant pasa a analizar en detalle cómo se producen los juicios sintéticos a priori en la Razón humana. Este análisis tiene tres partes: Estética, Analítica y Dialéctica trascendental. La Estética estudia la Sensibilidad, facultad del conocimiento sensible. La Analítica, el Entendimiento, facultad de juzgar. La Dialéctica, la Razón, facultad de razon.


La Estética trascendental.

En la Sensibilidad, los juicios sintéticos a priori se forman con la unión de las sensaciones, a las que llama intuiciones sensibles, con las formas a priori que son el espacio y el tiempo, dando lugar al fenómeno. De manera que el espacio y el tiempo, no son conceptos o realidades objetivas, sino formas o estructuras a priori de nuestra sensibilidad; y el fenómeno -que etimológicamente significa lo que se muestra o aparece- es en realidad en un cincuenta por ciento por lo menos, construido por nosotros. El espacio es la forma a priori de la sensibilidad externa que posibilita los juicios sintéticos a priori de la Geometría. El tiempo -forma a priori de la sensibilidad interna- posibilita los juicios sintéticos a priori de la Aritmética. Las impresiones sensibles son caóticas, pero se estructuran en el espacio y en el tiempo, formas a priori innatas e iguales para toda la especie. Un ejemplo aclaratorio es el siguiente: cuando nos asomamos a una ventana de nuestra ciudad, vemos las casas lejanas más pequeñas y las próximas mayores, cuando en realidad pueden tener el mismo tamaño; el espacio, la perspectiva, la ponemos nosotros, los seres humanos.


Analítica trascendental

El Entendimiento, nuestra capacidad de juicio, recoge los fenómenos organizados espacio – temporalmente por la sensibilidad y los estructura, archivándolos en nuestros conceptos puros o categorías, que son según la metáfora de las computadoras, las carpetas del disco duro de nuestro ordenador, que es el entendimiento o inteligencia. Estos archivos, o categorías, los deduce Kant a partir de los distintos modos de juzgar, según el siguiente esquema:


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Las categorías son las formas a priori, conceptos puros del entendimiento, vacíos, que construyen los juicios sintéticos a priori en la física, y su resultado es el objeto de conocimiento. Si afirmo, por ejemplo, que una casa está construida de ladrillos, estoy formando un juicio asertórico y aplicando la categoría de existencia; o si digo que un fenómeno A es causa de B, en realidad estoy aplicando la categoría de causa / efecto. La necesidad y universalidad de la física y de las ciencias de la naturaleza en general tiene su fundamento en nuestro entendimiento, en las categorías. La objetividad de la ciencia física, depende no del objeto exterior, sino de nuestro entendimiento y del uso adecuado de las categorías, que organizan una materia de conocimiento, que son los fenómenos de la sensibilidad.

La Analítica finaliza negando la posibilidad de conocer realmente objetos, cosas en sí, de las que no tenemos ningún fenómeno proveniente de la sensibilidad; conceptos de cualidades como la bondad, el alma o el mismo Dios. A estos conceptos o ideas, de las que no tenemos ninguna sensación o fenómeno, los llama noúmenos. Estos noúmenos quedan más allá de nuestra capacidad de conocer científicamente. La conclusión que de aquí se deriva, es que nuestro entendimiento es problemático, quiere conocer más allá de sus propios límites; se vislumbra la imposibilidad de una ciencia absoluta como la Metafísica que pretende una verdad sobre las cosas como son en sí mismas. En palabras de Kant:

“El concepto de noumeno, esto es, de una cosa que no se pretende pensar como objeto de los sentidos, sino como cosa en sí, no es contradictorio…, pero en definitiva no se alcanza a comprender la posibilidad de esos noumenos; y lo que se extiende fuera de la esfera de los fenómenos es vacío…, por tanto el noumeno es un concepto – límite para poner coto a la pretensión de la sensibilidad, y, en consecuencia, es de uso sólo negativo”.


Dialéctica trascendental

La Razón: nuestra capacidad de demostración y argumentación, tiene también una estructura a priori, una forma. Nuestra razón tiene tres ideas, en el sentido platónico de ideales o modelos perfectos. Estos ideales o metas de la razón son: el alma, el mundo y Dios, que corresponden con las tres sustancias de la metafísica racionalista. Kant se pregunta si son posibles los juicios sintéticos a priori en la Metafísica; es decir si la razón humana además de tener un uso exclusivamente lógico, la capacidad para extraer conclusiones -por ejemplo si todos los hombres son mortales, y Juan es hombre, la conclusión es que también es mortal- puede llegar además a conocer con necesidad y universalidad esas tres ideas. Si la razón humana es una fuente de conocimiento universal y necesario, como lo son la sensibilidad y el entendimiento. En la Metafísica sin embargo no son posibles los juicios sintéticos a priori; estas ideas son sólo ilusiones trascendentales, deseos, pues les falta la materia del conocimiento: el alma, el mundo y Dios no tienen un fenómeno en la experiencia, no pueden observarse ni experimentarse. Pueden pensarse, ya que no incurren en contradicción, pero no pueden ser objeto de ciencia necesaria y universal.

Kant en esta tercera parte de la Crítica de la razón pura, representa un agnosticismo radical. No niega la existencia posible de estas tres ideas, pero si niega su conocimiento racional. Cuando la razón intenta demostrar la existencia del alma, del mundo o de Dios incurre en contradicciones, se vuelve dialéctica, construye paralogismos, antinomias o falsas demostraciones como los argumentos ontológicos o cosmológicos sobre la existencia de Dios.

La Dialéctica trascendental es una discusión, un diálogo de la razón consigo misma, un enfrentamiento de tesis y antítesis.

El veredicto final es que nuestras facultades cognoscitivas, pueden conocer con universalidad y necesidad, pueden construir auténtica ciencia, en el campo de las matemáticas y de la física o ciencias de la naturaleza, no pueden sin embargo construir una metafísica como ciencia.

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Crítica de la razón práctica y Fundamentación de la metafísica de las costumbres

En estas dos obras trata Kant del uso práctico de la razón, con el objetivo de fundamentar racionalmente la ética, y alcanzar una ley moral universal. La razón práctica es la racionalidad humana orientada, no a la especulación teórica, sino a la acción, a la conducta. La razón práctica es la voluntad. El carácter humano no se agota en la actividad del conocimiento o de la ciencia; el hombre, vive, trabaja, produce, tiene una actividad técnica, artística, social, política, religiosa. El campo de la actividad humana es enorme, y aquí la razón práctica es la guía, la luz que ilumina la vida individual y social. Las ideas de la razón son modelos, reglas que estructuran la conducta. El ser humano debe tener una conducta racional y no meramente instintiva.

Kant parte del hecho del orden moral, de la conciencia moral; es decir, toda persona se plantea el problema de lo que debe o no debe hacer. La conciencia moral es un hecho; nuestros actos se califican como buenos o malos, morales o inmorales de acuerdo con el deber que impone la conciencia. Sin embargo, la conciencia y el sentido del deber está influido por la educación, la sociedad, la cultura, la historia, etc. Kant se aparta del relativismo moral y de la moral de situación, o del utilitarismo, para buscar en la razón humana, una norma moral fundamental, universal, autónoma, que no esté sometida a variaciones, ni a ninguna autoridad que no sea la propia razón. Sólo una norma de la razón trascendental a priori, puede garantizar la universalidad y necesidad moral.

En la razón encontramos normas hipotéticas, por ejemplo: “si quieres triunfar, trabaja duramente”. Estas normas o imperativos, señalan el medio para conseguir el fin, como una meta, un bien.

Sin embargo, estos imperativos no son leyes morales en un sentido estricto. Sólo son leyes morales los imperativos categóricos, es decir aquellos que imponen una norma u obligación moral de modo absoluto, sin condición alguna.

En la Fundamentación de la metafísica de las costumbres afirma la necesidad de establecer un único imperativo categórico o ley de la voluntad:

“El imperativo categórico es, pues, único, y es como sigue: Actúa sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal”. La ley moral puede universalizarse sin que se contradiga a sí misma.

Otra formulación interesante del imperativo categórico que ha tenido gran influencia posteriormente es: “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin y nunca como medio”. Sin dar un mandato concreto, material; Kant señala el camino para saber si cualquier acción está o no de acuerdo con la ley moral; si elevándola a norma de conducta para todos los hombres, se destruye a sí misma, entonces no está de acuerdo con la ley moral, si no se destruye, es correcta. Con esta consideración Kant establece una tercera formulación del imperativo categórico: Para saber si un mandato es una ley moral, habría que comprobar si podría estar vigente en un “Estado de seres racionales que se trataran entre sí como fines y no como medios”.

La filosofía moral kantiana, alcanza un valor universal al situar a la persona humana como fin, potenciando su libertad, requisito imprescindible de la conducta moral, y en la buena voluntad, que han de poner las bases de un Estado racional y justo que permita el progreso de la humanidad.

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