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Texto, discurso y contexto

De Wikillerato

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El siglo XX ha supuesto una revolución en todas las áreas del conocimiento, desde la física de partículas hasta la biología marina, y la lingüística entendida como una disciplina científica no iba a ser distinta en eso. Gran parte de la culpa de la revolución, del giro copernicano que le tocó asumir a la lingüística en el siglo pasado, es, precisamente, de la palabra que abre el tercer apartado de La Comunicación en vuestro temario: “Texto”. Durante dos mil años, el estudio de la lengua fue heredero de la tradición greco-latina. Algo así como el estudio de las normas que rigen en determinado idioma la correcta escritura de las palabras y que permiten unirlas entre si con corrección. Digamos que se imitaba el proceder del estudio de la gramática latina en el resto de lenguas modernas, con lo que la perspectiva de la lingüística era casi la del estudio de una lengua extranjera.

La descripción de la lengua tomaba como modelo la disección de cadáveres; así sus descriptores ilustran los elementos de un idioma como mirados a través del microscopio. Dentro de la “palabra” encontramos descriptores tales como “fonema” (unidades sonoras), “morfemas” (unidades mínimas con significado gramatical), “sustantivo”, “adverbio” etcétera; y más allá de la palabra tenemos descriptores sintácticos, que aluden al tipo de relación que se establece entre las palabras en el seno de la oración: “complemento directo”, “predicado”, “oración subordinada adjetiva” etc.

Esto funcionó durante 2000 años, pero en el siglo XX los científicos, acostumbrados por el método empírico a constatar el conocimiento a través de la experiencia, quisieron poner a prueba todo este saber heredado de la gramática. Así comprobaron que en el uso cotidiano de la lengua se violan, casi sistemáticamente, muchas normas tradicionales de la gramática sin que esto afecte al entendimiento entre las personas. Más aún, desde una perspectiva histórica (diacrónica) vieron como alguna de estas incorrecciones se convertían en la norma o viceversa; y lo más importante de todo, constataron que mientras la “oración” había sido el último eslabón del estudio de la lengua, se trata de una unidad que los humanos apenas utilizamos para comunicarnos entre nosotros, y que no basta para explicar la mayoría de intercambios comunicativos.

¿Qué es lo que hace que nos entendamos entonces cuando nos saltamos o violamos adrede las supuestas normas gramaticales? Precisamente el insertar nuestro discurso en un TEXTO. ¿Cuál es la unidad de significado que más usamos los humanos para comunicarnos? El TEXTO.

El giro de 180 grados que experimentó la lingüística en el siglo XX, consistió en considerar el texto como unidad de comunicación y punto de partida para el estudio de la lingüística, y a esto se le denominó “Lingüística textual”, a cerca de la cual tenemos buenas reseñas en la página del <a href="http://cvc.cervantes.es/lengua/thesaurus/pdf/40/TH_40_002_150_0.pdf">Centro Virtual Cervantes</a> y con más actualidad en este <a href="http://aportes.educ.ar/lengua/nucleo-teorico/estado-del-arte/-lingueistica-textual/la_lingueistica_textual.php">portal educativo del Estado Argentino</a>.

Para ser denominado como tal, un texto ha de ser resultado de la actividad lingüística del hombre, ha de tener incuestionablemente una específica intención comunicativa y, por último, ha de explicitarse con suficiencia el contexto en el cual se produce. Por ello se entiende que la Lingüística textual ha de ser necesariamente una disciplina “interdisciplinar”. La sociolingüística, la pragmática, la lógica de predicados, la filosofía y la sicología cognoscitiva, han venido a contituírse en elementos valiosísimos sin los cuales llegaría a ser difícil la comprensión de la producción y recepción de los textos. Necesitamos conocer el contexto social, el ámbito de uso, incluso la tradición filosófica en que se inscribe un determinado texto para comprenderlo.

Una evidencia de que las personas estamos acostumbradas a relacionarnos a través de textos complejos y no de oraciones es la existencia de verbos performativos. Atended a este ejemplo dicho por un vecino que baja por las escaleras a otro que espera en el rellano al ascensor: "El ascensor debe estar averiado, porque he visto a los técnicos dos pisos más arriba" Esta oración, en rigor, y atendiendo a la gramática tradicional carecería de sentido: el hecho de que los técnicos estén en la escalera no puede ser nunca la causa, expresada por el conector causal "porque", de la avería del ascensor (más bien al contrario). La oración por si misma no podría transmitir lo que realmente transmite con tanta precisión a su interlocutor, si éste no infiriera que el enunciado es en realidad un extracto de un texto más amplio. En rigor, lo que el vecino que habla ha querido decir es que "él ha deducido, (ha pensado, ha creído) que el ascensor estaba averiado porque ha visto a los técnicos", pero como estamos tan acostumbrados a interpretar textos complejos que van mucho más allá de la oración, la inferencia se realiza inmediatamente y sin darnos cuenta.

Ahora pensad en un extranjero que leyera la frase sin más ¿Qué información le faltaría para comprender la gracia del chiste? ¿Formaría toda esa información parte del "Texto"?

   
 
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