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San Agustín

De Wikillerato

Es el filósofo más importante de toda la filosofía patrística, y uno de los mayores de todo el pensamiento cristiano universal, su influencia llega hasta la filosofía existencialista contemporánea en autores como Sören Kierkegaard, Karl Jaspers o Hanna Arend.

Además es el primer filósofo cristiano en el que aparece un sistema completo de filosofía en cuanto a la física, metafísica, teoría del conocimiento, ética y política. La filosofía es en Agustín la búsqueda de la verdad misma, y no sólo un instrumento de apología o catequesis.

Su producción filosófica, no puede separarse de su vida, como sucederá con otros pensadores como Rousseau o Marx. En su obra autobiográfica Las Confesiones, afirma que nació en el norte de África en la ciudad de Tagaste, su padre Patricio era pagano y su madre Mónica, cristiana. Fue educado con esmero y pasó a Italia viviendo en Roma y Milán donde llevó una vida placentera. Él nos cuenta dos conversiones en su vida, una a la filosofía leyendo el Hortensius de Cicerón. En el campo de la filosofía, San Agustín primero se hizo académico. Los Académicos, descendientes de la Academia de Platón, se habían hecho escépticos, es decir negaban la posibilidad de conocer la verdad, ya que siempre nos equivocamos o nos asaltan las dudas. Después San Agustín aceptó el maniqueísmo, doctrina filosófica importante en el Imperio Romano, fundada por Manes y derivada de la antigua religión persa, el mazdeísmo, que afirmaba la existencia de dos divinidades una del bien (Ormuz) y otra del mal (Arimán). Ambas divinidades habían tomado como campo de batalla el alma humana. Su segunda conversión, es al cristianismo escuchando el sermón de San Ambrosio y leyendo las epístolas de San Pablo. La verdad que buscaba afanosamente en la filosofía, se le manifiesta en el Dios cristiano, así se debe entender su famosa frase: “Noli foras ire, in interiore homini habitat Veritas” (No busques fuera, en el interior del hombre habita la Verdad). En el año 395 es nombrado obispo de Hipona; a su muerte en 430, las oleadas de los vándalos destruyen esta ciudad.

En sus obras filosóficas tiene influencia de Platón y de los estoicos, aunque su estilo es personal e inicia una nueva etapa y un nuevo método en la filosofía: el camino de la introspección, o la via modernnorum. El punto de partida de la filosofía ya no es la cosmología u ontología, sino la antropología, el ser humano, la existencia humana, el Dasein de la filosofía contemporánea: “Deum et anima scire cupio, nihile plus, nihile omnino”, (“Deseo ardientemente conocer a Dios y al alma, nada más, nada todo, es decir en esto consiste toda la verdad”). La filosofía se vuelve introspección o meditación.

En los Soliloquios y Contra Académicos, San Agustín realiza una refutación del escepticismo, esbozando una primera demostración de la existencia de Dios conocida con el nombre de argumento noológico o de las verdades. La refutación del escepticismo parte de una demostración indirecta ad absurdum, que posteriormente continuará Descartes en su famoso cogito. Los escépticos afirman la limitación e imposibilidad humana para conocer la verdad, “enim fallor, enim sum”, “si me equivoco, si dudo, entonces existo, y mi existencia relativa es una verdad de la que ya no puedo dudar. De la aceptación de mi existencia, - verdad relativa a mi ser limitado y contingente -, se deduce la aceptación de una Verdad absoluta, ilimitada y necesaria que es la Verdad divina, fundamento de todas las verdades. De este modo, tras la refutación del escepticismo, Agustín afirma la Verdad absoluta y necesaria de Dios, como fundamento de todas las verdades particulares y relativas, de forma semejante al concepto platónico de participación. El hecho de que mi existencia sea relativa y contingente, se deriva de que podría no haber nacido nunca, y de la certeza de la muerte.

En el resto de sus obras, Sobre la inmortalidad del alma, 'Sobre el alma y su origen, Sobre el libre albedrío, Sobre la Trinidad y, la más importante, la Ciudad de Dios, Agustín trata de explicar la física, teoría del conocimiento, la ética y la política. La Naturaleza, objeto de la física, explica a los seres materiales compuestos al modo aristotélico de materia y forma; además Agustín acepta la teoría de origen estoico de las razones seminales (logoi spermatikoi); Dios ha puesto estas semillas en la materia que dan origen a los seres naturales, todos los seres naturales están creados en acto o en potencia, es decir van evolucionando unos de otros. Los seres naturales han aparecido unos detrás de otros, San Agustín es evolucionista cristiano, pues acepta la creación divina.

El problema que se le plantea es el origen del alma humana y el del mal en el mundo. En el tema del origen del alma, San Agustín ofreció dos teorías:

  • El generacionismo o traducionismo, el alma como el cuerpo se hereda o genera de los padres, traducere en latín significa transmitir; esta teoría aparecía ya en Tertuliano.</li>
  • El creacionismo, el alma es creada por Dios en el momento del nacimiento de cada niño.</li> No se puede afirmar a ciencia cierta cual de estas dos teorías fue la definitiva en San Agustín. En cuanto al tema del mal en el mundo, su posición no deja lugar a dudas, el mal sólo se debe al mal uso de la libertad humana, no es culpa de Dios, sino producto de la limitación humana. El ser humano es el sujeto de la Historia y de la sociedad. Cuando utiliza bien su libertad, es decir acepta su responsabilidad, personal, social e histórica, se perfecciona, se acerca a la virtud y a la felicidad; cuando se deja llevar de sus bajas pasiones, tendencia derivada del pecado original, cae en la infelicidad, estos temas éticos y políticos, quedan perfectamente diseñadas en su obra cumbre, La Ciudad de Dios; en ella San Agustín no sólo construye una nueva Utopía o sociedad ideal perfecta, sino que esboza la primera Filosofía de la Historia, que tiene como sujeto responsable de la misma al ser humano. La palabra ciudad se expresaba en latín de dos formas: urbs, y civitas, la primera significa el conjunto de edificios y el trazado de las calles, da en español la palabra urbano, urbanismo, urbanización; la segunda significa el conjunto de habitantes que viven en ella. Cuando San Agustín habla de civitas, se refiere a los seres humanos. La sociedad y la historia son connaturales al ser humano, y producto de su libertad. La sociedad debe edificarse sobre las virtudes tradicionales, siendo la justicia la más importante. A estas virtudes cardinales deben unirse las teologales, siendo el amor o la caridad la más importante. Cuando los hombres trabajan estas virtudes, construyen la Civitas Dei, o Ciudad de Dios, cuyo bien común radica en la paz; cuando se dejan llevar del egoísmo o de las bajas pasiones como la adquisición desordenada de riquezas, inician períodos de corrupción, ruina y decadencia, construyen la ciudad terrenal, de la que se podrá salir de nuevo con el cultivo de las virtudes cristianas. La lucha entre las dos ciudades seguirá hasta el fin de los tiempos.    
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