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Los valores morales

De Wikillerato

Revisión a fecha de 13:09 28 nov 2008; Laura.2mdc (Discutir | contribuciones)
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En este punto de nuestra reflexión, es importante distinguir entre nuestras valoraciones subjetivas que expresan nuestros gustos y las valoraciones objetivas que tienen un contenido cognoscitivo, que se puede señalar, discutir y definir; entre los que se encuentran las generalizaciones morales, que son las que guían nuestra conciencia moral.

  1. La valoración es totalmente subjetiva cuando valoramos un objeto o situación, sin juzgar sus propiedades; por ejemplo, si me gusta más una comida u otra; no lo valoro en relación con la nutrición, sino con mis apetencias o gustos personales; o si valoro un objeto porque alguien muy querido para mí, me lo regaló y no por su funcionalidad o precio.
  2. Hay otros valores que se relacionan con la necesidad; como medios para conseguir fines, para lograr una meta. Por ejemplo, si un estudiante quiere sacar buena nota para ir con mayor seguridad a la selectividad; el estudio adquiere para él un valor como medio, aunque no valore el estudio en sí mismo. Es un valor relativo, con un grado mayor de objetividad que el anterior. De esta naturaleza son los valores bursátiles que suben o bajan según las cotizaciones en el mercado; o bien el valor inmenso con el que solemos apreciar el dinero como medio de satisfacción de nuestras necesidades o de complacer nuestros gustos. Son valores relativos, porque hacen relación a un fin distinto de ellos mismos que se pretende conseguir.
  3. Los valores morales, tienen por el contrario un valor en sí mismos y no sólo un valor instrumental. Si volvemos a considerar la frase de Aristóteles: «La felicidad por sí sola es suficiente para hacer la vida deseable y que no le falte nada». En este caso, la felicidad es un valor absoluto, buscado por sí mismo; ahora bien, ¿dónde se encuentra?, ¿podría ser el placer?; el placer, sin embargo, es más bien un estado momentáneo causado por un estímulo; incluso hay unos placeres superiores a otros; por ejemplo, el que se obtiene escuchando música o en la lectura de una buena novela que los derivados del comer beber o fumar; sin embargo la felicidad pretende ir más allá del placer momentáneo. Saber ser feliz, es una sabiduría que necesita un entrenamiento en la virtud.

Elegir un placer inmediato que a la larga nos produce un dolor, no es inteligente ni proporciona felicidad. Es necesario cultivar la virtud de la prudencia; es decir, saber actuar buscando lo que conviene no sólo en un momento, sino a lo largo de la vida.

Saber elegir entre el defecto y el exceso; entre la temeridad y la cobardía; entre el despilfarro y la avaricia; saber apreciar la amistad etc.

La felicidad, sin embargo, nos sigue planteando problemas; ya que el ideal de felicidad, no lo tenemos todos por igual. Por ejemplo, el sádico que disfruta haciendo sufrir a otros; o el que utiliza sin escrúpulos a las personas para lograr sus fines, como un ascenso profesional o un triunfo en la vida.

No obstante, hemos afirmado la universalidad a la que tienden los valores morales; por tanto, quien entiende la felicidad como el placer de dañar o hacer sufrir, cae en un error moral semejante al que se equivoca al hacer una cuenta.

La felicidad tiende a la armonía —afirma José Luis López Aranguren, filósofo español recientemente fallecido, en su Ética—:

« Aspiramos todos a la felicidad porque en tanto que bien absoluto, pertenece a la estructura misma de la condición humana.
Pero aspirar, no es lo mismo que buscar, y todavía menos que alcanzar. La felicidad en la modesta medida que aquí nos es accesible, es un don (regalo); el don de la paz interior, espiritual; de la reconciliación con todo y con todos y, para empezar y terminar con nosotros mismos.»

Aranguren, Ética


En un accidente, lo primero son las personas.
En un accidente, lo primero son las personas.

Los valores morales son pues, objetivos, tienen un contenido cognoscitivo que podemos señalar, discutir y definir. Por ejemplo, si digo:

«En un accidente de tráfico, hay que salvar primero la vida de las personas; aunque los automóviles queden destruidos

En este razonamiento, distingo con toda claridad, el valor moral absoluto —la vida humana—, de los valores instrumentales relativos: los automóviles. Además en la argumentación moral precedente, existe la obligatoriedad de la norma moral no sólo como forma de conocimiento teórico, la excelencia de la vida humana por encima de cualquier otro valor; si no que me impulsa a llevar a cabo una acción encaminada a conseguir un bien moral, la conservación de la vida del accidentado.

Aquí el fin moral es doble: por un lado la continuidad en la existencia y la salud de las personas que han sufrido el accidente; y por otro lado, la felicidad subsiguiente en la persona que ayuda; la satisfacción que le genera la buena acción moral, y haber actuado siguiendo los dictados de su conciencia.

Una vez establecido el valor de la vida humana, podemos seguir haciendo generalizaciones éticas y elaborando juicios y razonamientos morales.

   
 
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