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Conocimiento y lenguaje

De Wikillerato

El lenguaje es un código convencional de símbolos que permite a un emisor formular un mensaje que puede ser comprendido por un receptor; gracias al lenguaje es posible la comunicación entre los seres humanos.

¿Cómo debemos entender esta definición? En primer lugar en la conducta humana encontramos tres aspectos:

  • Actividades biológicas naturales del cuerpo humano como la respiración, los latidos del corazón etc.
  • Acciones técnicas como cocinar o fabricar una herramienta.
  • Acciones expresivas que dicen algo sobre el estado del mundo. Estas acciones expresivas incluyen palabras, gritos, formas de vestir, etc.

Estos tres aspectos no se separan completamente y podemos decir que todos son de algún modo expresivos, incluso la respiración me indica que estoy vivo.

La comunicación humana se realiza mediante:

  • Señales
  • Signos
  • Símbolos

En todo proceso comunicativo hay un emisor y un receptor. En la señal, la relación entre ambos es mecánica y automática. Todos los animales y los seres humanos respondemos en todo momento a toda clase de señales, de tráfico, de alegría, disgusto etc. La cruz verde me señala la existencia de la farmacia; los hitos o piedras acumuladas en un camino de montaña, me indican la ruta a seguir etc. La señal provoca una respuesta inmediata.

El signo es un indicador convencional o arbitrario; por ejemplo las letras m e s a, indican un objeto familiar al que así denominamos aunque podríamos haberlo hecho de otro modo.

El símbolo es un signo cuyo significado queda aumentado por una asociación de ideas; por ejemplo la cruz no es sólo una señal que indica la farmacia o la Iglesia, sino también el símbolo de la fe cristiana al recordar el sacrificio de Jesucristo para salvar a la humanidad


Tabla de contenidos

Funciones del lenguaje

El gran filósofo irlandés George Berkeley (1685 – 1753) en su Tratado sobre los principios del conocimiento humano dice que «la comunicación de ideas no es el principal fin del lenguaje…, hay otros fines como el de despertar alguna pasión, estimular o impedir alguna acción o colocar el espíritu en alguna posición en particular; fines a los cuales está el primero en muchos casos supeditado».

En la filosofía del lenguaje actual, Ludwig Wittgenstein afirma que «hay incontables tipos diferentes de usos de lo que llamamos símbolos, palabras y oraciones». En sus Investigaciones filosóficas expone varios ejemplos como el dar órdenes, describir la apariencia de un objeto, informar o interpretar un suceso, elaborar una hipótesis, presentar los resultados de un experimento, construir una teoría, actuar en un teatro, hacer un chiste y contarlo, traducir de una lengua a otra, preguntar, saludar, rezar etc.

Esta variedad de funciones o usos lingüísticos se puede organizar de la siguiente forma:


  1. Función informativa. Se realiza mediante la afirmación y negación de proposiciones. El discurso informativo se utiliza para describir el mundo y razonar sobre él. Éste es el lenguaje propio de las ciencias.
  2. Función expresiva. Utilizamos el lenguaje para manifestar nuestras emociones y sentimientos. La poesía nos da los mejores ejemplos de esta función:

«¡Ah, mi amor es como una rosa roja, roja,
recién florecida en la primavera
¡Ah. Mi amor es como una melodía
tocada con dulce entonación. »

R. Burns1
El discurso expresivo no puede ser considerado ni verdadero ni falso.
3. Función directiva. Este uso pretende mover al receptor a una acción. Por ejemplo: «cierra la ventana». Es la función característica de las órdenes y consejos.
4. Función ceremonial. A esta función pertenecen los saludos corrientes y los discursos rituales, las festividades religiosas etc. En este uso hay una mezcla de la función expresiva y directiva. Los saludos ceremoniales sirven para manifestar y estimular la buena voluntad y sociabilidad, aunque también pueden tener un uso directivo para hacer que los oyentes actúen de cierta manera: el sacerdote se dirige a los fieles y dice: «Orad hermanos a Dios Nuestro Señor…», etc.
5. Función ejecutiva. Al pronunciar las palabras se realiza la acción, por ejemplo cuando el sacerdote o el juez dice: «Les declaro marido y mujer»; otro ejemplo sería cuando los ministros juran sus cargos ante la Constitución, etc.

Las oraciones gramaticales son unidades de lenguaje que expresan un pensamiento y pueden ser declarativas, interrogativas, imperativas y exclamativas. Las oraciones declarativas que afirman y niegan no sólo expresan la función informativa del lenguaje, sino también otras. Por ejemplo si digo: «pasé un rato agradable en su fiesta», puede expresar una función puramente ceremonial —de buena educación—, o expresiva —realmente me divertí mucho—, y no solamente informativa.

En consecuencia, debemos utilizar el lenguaje según nuestros propósitos; si queremos expresar una ley científica, debemos evitar la función expresiva y utilizar un lenguaje lo más neutro posible.

El conjunto de funciones del lenguaje, puede transferirse al lenguaje musical en el que cada instrumentista lee su partitura y la transforma en notas musicales, movimiento de brazos, dedos o labios según la técnica musical. El director de la orquesta actúa del mismo modo, ha de pensar simultáneamente en todos los instrumentos manteniendo el flujo musical y la armonía entre todos. Esta combinación se transforma en ondas sonoras que llegan a los oyentes, donde se transforman en una impresión musical.

El significado de la música no se encuentra en los instrumentos aislados sino en el conjunto. Así sucede con las funciones del lenguaje que se superponen en la comunicación.

Un problema que se plantea en esta multitud de funciones lingüísticas es el de la ambigüedad del lenguaje que hace surgir problemas en la comunicación. Si digo por ejemplo: «No vengo de noche a verte porque el perro de tu padre sale a morderme»; la palabra «perro» puede estar empleada en el sentido literal: «tu padre tiene un perro al que temo», o bien en sentido metafórico, el «perro» se refiere a tu padre y a su tremenda agresividad.

Una palabra, o una oración, pueden tener más de un significado e incluso contener mensajes implícitos, contenidos emotivos que no siempre son captados totalmente por el receptor.

Es frecuente además el uso de metáforas, es decir, el uso figurado del lenguaje. En la metáfora transferimos el significado de una experiencia que conocemos bien a dominios que no entendemos; conectamos dos ideas. Incluso las lenguas más ricas no tienen un número suficiente de palabras para designar todas las realidades y toman prestada la palabra apropiada de otra idea. La metáfora sustituye a otra en función de su semejanza.

El carácter afectivo del lenguaje se pone de manifiesto en la metáfora; los pensamientos nos parecen más vivos cuando se expresan en una metáfora ya que al significado objetivo se une el movimiento pasional de quien habla. Las metáforas surgen en la experiencia diaria y ésta brota en un contexto cultural. Nuestra sociedad tecnológica nos suministra muchos ejemplos: el impacto de la tecnología no ha traído como consecuencia sólo hacer nuestra vida más cómoda, sino que nos hace percibir el mundo de forma diferente a través de metáforas de maquinas y artefactos. Concebimos nuestro propio cuerpo como una compleja máquina cuyo cerebro se asimila a un potente ordenador; así usamos expresiones como: «mi cerebro no funciona», «voy a perder el control de mis nervios», «le patinan las neuronas», «le falta un tornillo», «cambia el chip», «ponte las pilas».

Otro grupo importante de metáforas las tomamos del mundo del automóvil, Por ejemplo: «Se frena un proyecto», «se aparcan las ideas», «vivimos acelerados», etc.

Una tendencia básica de la metáfora es traducir experiencias abstracta a términos concretos, sin ella no podríamos tratar estos temas, por ejemplo alumbrar, ilustrar, iluminar, elucidar, sacar a la luz, etc. Nos servimos de la luz física para referirnos a aspectos ideales o espirituales.

Es común asimismo la utilización de un tipo de metáforas que se basan en la transformación de un sentido en otro: cuando hablamos de una voz cálida, percibimos una semejanza entre las diferentes percepciones de la temperatura y la cualidad de la voz.

También usamos la metáfora en la transmisión de las nuevas ideas y teorías científicas. Max Black en su obra clásica Modelos y metáforas define a la metáfora como figura en la que se transfiere un nombre a otro término descriptivo o a algún otro objeto en función de su analogía. La metáfora supone la conexión de dos ideas, la interacción de dos pensamientos en actividad simultánea. Si decimos por ejemplo que «los pobres son los negros de Europa», nuestro pensamiento acerca de los pobres europeos y los negros americanos está en actividad simultánea y su interacción da lugar al significado resultante. La palabra «negro», que es el -foco- de la metáfora alcanza un nuevo sentido que ya no es el sentido literal; el nuevo contexto, -marco- de la metáfora, extiende el significado de la palabra conectando dos ideas, atendiendo al antiguo y al nuevo significado a la vez. Desde esta perspectiva Max Black distingue en las ciencias modelos analógicos, propios de las matemáticas, y modelos teóricos, característicos de la física y ciencias de la naturaleza, como por ejemplo el modelo del sistema solar de Rutheford o de Niels Bohr para explicar la estructura del átomo.

El lenguaje de la filosofía está lleno de metáforas. Nos son familiares expresiones como: «la raíz del problema», «el progreso del pensamiento», «la vida superior», «caer en el error», etc. Platón recurría a metáforas y mitos para explicar el conocimiento humano, y Aristóteles dio la primera definición de la metáfora en su libro Poética:

« (...) el hecho de trasladar a una cosa un nombre que designa otra en una traslación de género a especie, o de especie a género, o de especie a especie según analogía. »

Aristóteles, Poética


En la filosofía contemporánea el autor que más ha resaltado la importancia de la metáfora para el conocimiento de la realidad es Nietzsche. En su temprana obra Sobre verdad y mentira en sentido extramoral 2, afirma:

«¿Qué es entonces la verdad? Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes. »

Nietzsche, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral


Además de la metáfora, la metonimia es también una figura importante: consiste en la traslación del significado de una palabra a otra en función de su contigüidad, es decir, de su proximidad en el espacio o en el tiempo; la corona, por ejemplo, acaba designando la persona del rey e incluso la institución monárquica. También usamos la metonimia cuando tomamos el efecto por su causa, hablamos de «un Dalí» o «un Picasso», para referirnos a un cuadro pintado por ellos.


Lenguaje y realidad

Después del análisis de las funciones del lenguaje y sus figuras retóricas, nos preguntamos hasta qué punto expresa el lenguaje la realidad que nos rodea, hasta qué punto es un instrumento adecuado para tal fin.

Para intentar responder a esta pregunta deberíamos poner también una metáfora o mejor, una comparación: Imaginemos por un momento, que los marcianos vienen a la tierra y ruedan un documental sobre la vida en nuestro planeta, filman diversas actividades humanas como lecciones en la universidad, deportes, discusiones en el parlamento, playas salvajes, animales, diferentes países y regiones, etc. ¿qué pasaría cuando lo proyectaran una vez vueltos a Marte? Seguramente los marcianos sólo captarían al principio una sucesión de imágenes sin sentido, hasta que alguno de ellos, que hubiera vivido algún tiempo en la tierra, les fuera explicando el significado de las diferentes escenas, traduciendo y comparándolas con la vida marciana.

De igual modo que a los marcianos el documental terrícola; el mundo, el entorno que nos rodea, se nos manifiesta en una cambiante sucesión de impresiones que tienen que ser ordenadas por nuestra mente; y nuestra mente ordena las percepciones a través del lenguaje.

Sólo a través del lenguaje cobra sentido lo que vemos, oímos y sentimos en general, y esto nos plantea un problema de conocimiento: si a través del lenguaje conocemos el mundo que nos rodea; o más bien nuestro lenguaje construye el mundo.

Tradicionalmente se han dado dos posturas filosóficas, el relativismo y el realismo lingüístico. Benjamín Lee Wohrf —representante del relativismo lingüístico— afirma en su libro Lenguaje, pensamiento y realidad 3:

«Los seres humanos no viven solos en el mundo objetivo, ni tampoco en el mundo de la actividad social como se entiende ordinariamente, sino que están en gran medida a merced del idioma concreto de la sociedad en la que viven.
Es una enorme ilusión imaginarse que uno se ajusta a la realidad sin más a través de su lenguaje; y que éste es un medio de resolver los problemas de la comunicación: La verdad de la cuestión es que el mundo real, está construido inconscientemente en gran medida sobre los hábitos lingüísticos del grupo social. »

B. L. Wohrf, Lenguaje, pensamiento y realidad


El relativismo lingüístico se podría resumir en los siguientes puntos:

  • Las lenguas encarnan modos integrados de hablar, sistemas lingüísticos de fondo, que consisten en modos prescritos de expresar los pensamientos y la experiencia.
  • El hablante nativo de un idioma posee un sistema conceptual y una visión del mundo peculiar.
  • Los hechos que se perciben están en función del idioma en que se expresan.
  • Por tanto el universo está en función del idioma que se habla.
  • La lógica no refleja la realidad sino que varía arbitrariamente con la lengua.

Frente a estas afirmaciones, el realismo lingüístico afirma que a pesar de los condicionamientos lingüísticos, la realidad se capta a través del lenguaje, y esto se puede fácilmente observar en la capacidad de traducción de una lengua a otra.

Si no pudiéramos traducir, si no hubiera unas estructuras cognitivas universales, la mayor parte de los conocimientos científicos, artísticos etc., no se podrían transmitir, y la ciencia y el saber en general no hubieran podido evolucionar ni desarrollarse.

Las ideas, expresadas en una lengua, pueden verterse a otra y ser perfectamente comprendidas por los receptores, hablantes de una lengua diferente.

Lenguaje y pensamiento

¿Es posible el uno sin el otro? Esta pregunta se enlaza con el apartado anterior, ya que si el lenguaje determina la manera en que vemos la realidad, entonces afecta a nuestra manera de pensar e incluso se podría afirmar que esta relación es aún más estrecha, y que ningún pensamiento puede ocurrir fuera del ámbito del lenguaje.

Sin embargo todos más o menos tenemos la experiencia de que no podemos expresar todos nuestros pensamientos, emociones o sentimientos. Por otro lado, cuando hacemos esta afirmación podría suceder que utilizamos la expresión «pensar de un modo vago».

Deberíamos en primer lugar, saber que entendemos realmente por pensar, ¿puede considerarse pensar cualquier proceso o estado mental?, ¿es el pensar verdadero aquel que llamamos reflexión o pensar reflexivo?, ¿podemos considerar pensamientos a las emociones o sentimientos?

Parece que la palabra pensamiento, es sinónimo de ciencia o conocimiento estructurado, saber reflexivo, pero hoy día se va abriendo paso un sentido más general de esta palabra que hace referencia a cualquier estado mental incluyendo nuestros estados afectivos.

Más difícil es contestar si es primero el pensamiento y luego el lenguaje o viceversa, ¿qué es primero el huevo o la gallina? Desde que aprendemos a hablar nuestra actividad mental se vierte con tremenda rapidez en nuestras estructuras lingüísticas, siendo casi imposible saber cuál de los dos es anterior al otro. Nuestra actividad mental fluye de manera vertiginosa.

Un buen complemento sobre el tema lo aporta la gramática generativa de Noam Chomsky, y la psicolingüística de Jean Piaget.


Ejercicios

  1. Ejercicios sobre conocimiento y lenguaje

Referencias

  1. Una Roja, Rosa Roja, Robert Burns (1794).
  2. F. Nietzsche, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, comentario de texto.
  3. Language, thought, and reality (Lenguaje, pensamiento y realidad), Benjamin Lee Whorf.
   
 
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